EL PERIPLO DE LOS DESAFÍOS - CAPÍTULO 4
LA FURIA DEL TEXAS GUADARRAMA
El Reto Grizzly
Déjate de rollos, ¿es chungo el reto?
Recuerdo cuando era adolescente y comía como una persona normal. Un pequeño bol de Nesquik con cereales para desayunar, un plato de macarrones con un filetito para comer… Una vez a la semana mis padres me daban el capricho y me invitaban a una pizza para cenar. Para entonces una mediana del Telepizza y un heladito de postre eran suficientes para poner cachondo a mi sistema límbico. Pero las cosas cambiaron. Ahora, años después y tras haber conquistado con relativa facilidad la meca de la gordura con algunos desafíos, sentía curiosidad por ver si era capaz de aniquilar un reto de comida de los chungos. Uno que solo unos pocos tarados hubieran podido hacer. No tardó en venirme a la mente el reto Grizzly del Texas Tavern de Guadarrama, uno de los más conocidos y antiguos de España.



Una hamburguesa de 2kg cuyo pan de chapata ha protagonizado más pesadillas que Freddy Krueger. ¿Valientes que han conseguido vencer a este duro contrincante? Muy pocos parece ser. Así que, como decían los suicidas japoneses durante la 2ª Guerra Mundial (gracias Wikipedia), ¡banzai!
Iba a ser complicado, por lo que antes de palmar quería ponerme a prueba. Yo no dispongo de una habitación del tiempo para entrenar como los guerreros Z, pero sí tengo la panadería de mi barrio dispuesta a venderme sus mayores creaciones. Una hogaza montañesa de medio kilo con la que pude confeccionar mi propio bocadillo asesino y practicar antes de la auténtica Grizzly.
Aproveché para definir cómo iba a encarar semejante bestia. Tal vez lo más sensato era empezar zampando la tapa superior de la hamburguesa.



Lo pude acabar fácilmente y ganar así confianza, pero en el fondo sabía que lo que iba a tratar de engullir la semana siguiente sería mucho más bizarro. Contacté con el Texas Tavern Guadarrama para fijar una fecha en la que pudiese demostrar mi necedad contra la Grizzly.
―Un reto complicado, solo al alcance de los mejores. Suerte campeón, vas a sufrir ―me dijeron entre risas. Mis huevos comenzaban a escalar hacia la garganta.
En los días previos fui progresivamente haciéndome comidas más bestias para ir advirtiendo a mi estómago de la inminente mole que se le venía encima. Repasaba mentalmente cada día qué estrategia iba a seguir. No podía pensar en ninguna otra cosa. ¡Joder! Me las iba a ver con uno de los retos de España que más mandíbulas ha destrozado. Si debía pensar en algo más, era en qué seguro contratar antes de sentir la garra de la Grizzly en mi aparato digestivo.
«Tengo que ensanchar el estómago lo máximo posible», pensé mientras la noche anterior al reto preparaba una cena de casi 3,5kg netos de comida. Me sorprendió comprobar que fui capaz de comer unos 200g más que en la preparación del anterior reto. Un pequeño paso para mí, un gran paso para la estupidez.



Al día siguiente la batalla sería en la cena, por lo que aproveché para patear Guadarrama con mi pareja. Una buena forma de compensar, aunque sea, las calorías de un par de lonchas de bacon de las que iba a tragar por la noche. El día que nos tocó fue idóneo. Un frío polar de esos que burla cualquier capa de ropa que lleves y que te congela hasta la bilis.



El sol desapareció para dejar sitio a la luna, y la hora de enfrentarme a mi sino había llegado. Julio, padre del magnífico Texas Tavern Guadarrama, me recibió alegremente. Me explicó en qué consistía el reto e, incluso, me regaló unos cuantos consejos. Me sentía rebosante de emoción.



Emoción que rápidamente fue sustituida por temor. Julio comenzó a relatarme la cruda realidad. 1400 participantes hasta la fecha, de los cuales solo 67 habían conseguido sobrevivir al ataque de la Grizzly. ¿Sería yo el número 68? Un discurso como el de Wallace en Braveheart me hubiese venido de perlas en este momento.



Tras múltiples visitas al WC producidas por los nervios, más pronto que tarde me hallaba frente a frente con la titánica hamburguesa. La noche anterior había engullido un mayor peso de comida, por lo que las cosas no podían ir tan mal.
“¡Tilín, tilín, tilín, tilín, tilín!” – Julio zarandeó una campanita. La lucha daba comienzo.



¿Harto de las digestiones pesadas tras comer mucho?
Yo utilizo enzimas digestivas cuando hago retos de comida porque:
- Disminuyen la pesadez
- Alivian el dolor de tripa
- Bajan la hinchazón
- Aceleran la digestión
Aunque son inocuas para la mayoría, lee atentamente la información de seguridad que aparece en el enlace. Si tienes cualquier tipo de duda, contacta conmigo
Lo primero que hice fue tener una pequeña toma de contacto con la tan temida chapata. Cogí un trocito y me lo metí en la boca. Las cuatro vueltas que lo tuve que dar para masticarlo bien me hicieron darme cuenta de que las oscuras leyendas eran ciertas. Era un pan riquísimo y crujiente, pero, efectivamente, duro de roer. Aún así, no me iba a dejar intimidar.
Dividí la tapa superior de la hamburguesa en dos trozos, para así hacer dos mini-bocatas con los primeros ingredientes. La ración de patatas que abrazaba la Grizzly no era muy grande, pero preferí no arriesgar e ir fulminándolas poco a poco. Patata, bocata, patata, bocata… Las más de 20 horas de ayuno facilitaban cada bocado.



Cuando quise darme cuenta, ya había logrado mi primer objetivo. Hasta aquí todo iba all right, pero aún quedaba lo más duro. Estaba en aquel punto en el que todo el mundo piensa: “Pues oye, no es tan difícil esto de los retos de comida”. Una sensación efímera similar a la que sientes en una clase de Body pump antes de enterarte de que lo que acabas de hacer es tan solo el calentamiento.
Agarré el cuchillo y el tenedor que me había facilitado el personal del Texas Guadarrama y, con una precisión lamentable, corté la Grizzly en tres trozos desiguales.



Empecé por el más grande. Siempre el último cacho es interpretado por el cachondo del cerebro como una masa gigante, así que mejor dejarse lo más pequeño para el final.
Seguí zampando y atravesando las entrañas de la Grizzly con mis incisivos mientras terminaba las patatas. Con el primer trozo acabado, mis sensaciones poco a poco comenzaron a mutar, pero todavía me veía bastante bien. Tal vez algo afectado por los gases acumulados en el estómago.
Al intentar acunar el segundo cacho entre mis manos, el peso de las cientos de calorías quebró el pan. Esto provocó que los siguientes minutos fuesen como ver a un zombi en plena merienda. Muy agradable.



Pasada la que podía haber sido una escena de The Walking Dead, me adentré en los últimos compases del reto. Para mi sorpresa, aún tenía ganas de más. El problema fueron los gases. Formaban una pompa en mi estómago que me hacía pensarme dos veces si seguir tragando. Sin embargo, continué violando las advertencias de mi sistema digestivo (muy inteligente, sí señor). Fue un tramo final cuesta arriba en el que mi ritmo había caído inevitablemente.
«¡¡Coca-Cola!! ¿Cuándo me vas a dejar activar tu habilidad especial?», discurrí. El cooldown de la acción liberadora de gases del refresco era interminable.
“Buuuurrrp”. Justo antes del bocado final pude eructar sutilmente y dejar hueco en el estómago. Fue como ese hermano pequeño que te presta su ayuda cuando ya casi has terminado de hacer todas las tareas del hogar.



En cualquier caso, fue tal el impulso que sentí, que el último pedazo de hamburguesa lo disfruté casi como uno de los primeros. Había conseguido derrotar a la temible Grizzly.



“¡Tilín, tilín, tilín, tilín, tilín!” – el dueño del Texas Guadarrama azotaba de nuevo la campana para anunciar mi victoria. El cronómetro marcaba 24’59’’, lo que parecía ser un tiempo más que decente.



Me sentía pletórico por haber conseguido reventar mis arterias en menos de media hora. Tal era mi bienestar, que no dudé en seguir comiendo de las sobras de mis acompañantes. Una de las camareras se echaba las manos a la cabeza al ver semejante esperpento.
Julio, al percatarse del gorrino que tenía delante, me ofreció amablemente abandonar el lugar un postre a cuenta de la casa. ¿Cómo voy a rechazar algo dulce después de casi 2,5kg de salado?
Después de prácticamente dos postres y un chupito, finalmente me llené y terminé de masacrar mi metabolismo.



Cuarta victoria. Un desafío que he podido llevar bien prácticamente desde el principio hasta el chupito final. Además, el buen ambiente del local y la simpatía de Julio y su tropa engrandecen la experiencia. Los nervios han ensuciado un poco mi disfrute, pero ahora se me hace la boca agua cada vez que pienso en lo rica que estaba la hamburguesa. Y ni hablemos del cheat meal épico que me voy a pegar gracias a la cena que tengo como premio.
¿Podré alguna vez llegar a comer junto a los grandes devoradores del país? Pobre de mí.
Información sobre el reto
RESTAURANTE <> Texas Tavern Guadarrama
DIRECCIÓN <> C/Dr. Fleming 2A (Guadarrama, Madrid)
REDES SOCIALES <> Facebook
COMIDA <> 1 chapata entera con 750gr 900g (actualizado) de carne, queso fundido, cebolla pochada, bacon, pepinillo, tomate, lechugas variadas y salsas a elegir; acompañado todo por una ración de patatas fritas. Se pueden quitar, sustituir o añadir ingredientes
PESO <> 2,300kg. Actualizado: 2,750kg
LÍMITE DE TIEMPO <> 60 minutos
PRECIO <> 30 euros
PREMIO <> hamburguesa, bebidas y postres gratuitos, camiseta y una cena para dos personas
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Soy graduado en Farmacia con un Máster en Investigación de Enfermedades Infecciosas. Un friki apasionado de la nutrición y el deporte al que le encanta comer bien y disfrutar de los caprichos que da la vida sin olvidar la salud.
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